miércoles, 17 de noviembre de 2010

LOS MUNDOS DE JUAMPA

LOS MUNDOS DE JUAMPA



CAPITULO, I El traknilod


Ya ni siquiera se cual es mi nombre o como presentarme, cual es mi mundo o nacionalidad, por si acaso les diré mis dos nombres: Juan Pablo y Apnoly. Recuerdo que desde muy niño mi mente escapaba, era escurridiza y no le gustaba estar en un solo sitio, volaba con gran libertad a otros mundos, acompañado por gente amable viajaba en rápidas naves serpenteando entre altos rascacielos.
-¡Juanpa!- volaba esquivando peligrosos enemigos, sobrevolando áridos desiertos o impenetrables junglas.
-¡Juanpa!- mi madre me agitaba una mano frente a los ojos, con mirada asustada.
-¿Qué pasa?- preguntaba yo confundido
-¿Qué te pasa a ti, diría yo?- respondía ella con malgenio, yo no respondía, me tapaba los ojos con la mano, sudaba y temblaba.
-otra vez perdido no- afirmaba mi madre mientras se alejaba con largas zancadas, murmurando palabras incomprensibles.
Los otros niños se reían de mí porque no era tan bueno como ellos en matemáticas o el fodball y porque me perdía fácil.
-¡bobo bobo, Juan es tonto!- me cantaban en corrillo. Yo solo escapaba, me encantaba pintar, siempre pintaba cosas que la gente veía raras, monstruos ciudades imposibles, misteriosos paisajes…
Mis padres miraban extrañados aquellos enigmáticos dibujos, se miraban entre ellos preocupados y luego me sonreían diciendo
-muy lindo papi, muy bonito- pero yo sabía que mentían, que en el fondo no les avía gustado, me quedaba mirando el dibujo desilusionado, tratando de encontrarle algo raro… ¡no! Definitivamente no le veía nada raro o anormal, que de raro podía tener, solo era un traknilod, me explico; un ser humanoide dotado de tres cabezas puntudas, cada una con un ojo de diferente color, grandes bocas llenas de pequeños dientes romos de color negro mate, en vez de brazos seis tentáculos con ventosas venenosas en toda su superficie, un torso lleno de enredados músculos, dos cortas piernas terminadas en pies de cuatro dedos con curvas y afiladas guarras, eso era un traknilod y estaba sumergido en un caldo negruzco, descansando plácidamente mientras el caldo hierve a mas de trescientos grados centígrados.
Supongo que les parece raro ¿verdad?, pues a mí no deja de parecerme normal, ya que en realidad yo no he inventado nada, solo lo he copiado, e hecho un retrato del traknilod, un peligroso ser de otro mundo. Yo lo e visto y por eso no me parece raro.

CAPITULO, II El callejón


Con el pasar de los años yo me convertí en un niño callado y tímido. Cuando estaba en casa me encerraba en mi habitación, no hablaba con nadie desconocido, trataba de ser imperceptible, no alegaba, obedecía sin rechistar para evitar que se fijaran en mí. Pasaba el mayor tiempo en mi habitación, pintando, leyendo o…
Todo está oscuro, miro hacia arriba y veo una tenue luz, estrellas que me parecen conocidas, busco la constelación del rayo, no tardo en encontrarla, son siete estrellas alineadas en sig Zag de forma que parecen un rayo, gracias a su posición puedo ubicarme un poco. Lentamente voy recordando el pasado, porque estoy ahí y que quería hacer.
Deseo comenzar a caminar, pero debó ser sigiloso pues todo está lleno de peligros en este viejo mundo, sobretodo en una noche y rondando por la zona mas peligrosa que puede haber en muchos omakis* a la redonda.
Iba por un estrecho callejón, el suelo esta húmedo y se oyen el tic tac de gotas de líquido al golpear las zanjas metálicas de las casas.
Seguía caminando lentamente, chapoteando suavemente en el barro, hasta que tropecé contra una pared, el ruido ocasionado por el golpe me hiso tirarme al suelo asustado… pasaron unos instantes que fueron eternos, y como no paso nada, me incorpore de nuevo para reanudar la marcha. Tantee mi situación, era realmente álgida pero no tenia mas elección que enfrentar la realidad e intentar escapar de allí. Tantee mi daga colgada del cinturón y sentí como su energía me animaba un poco y diluía mis miedos.
El callejón giro a la izquierda y el suelo estaba ya encharcado en exceso, no podría seguir así, pues haría mucho ruido y llamaría demasiado la atención, mas del que mi prudencia exigía, palpe una pared en busca de escaleras, pero no encontré mas que lisas paredes metálicas.
Un estampido me hiso pegarme a la pared, avía sido cercano debía tener cuidado, el resplandor azulado que trazo el proyectil indicaba que era un tiro de SKR-3 tenia francotiradores en la zona, cuidando los callejones. Pronto oí un rafagazo de algún tipo de ametralladora, ahora esto se ponía feo.
*Omaki, Omakis: medida de longitud equivalente a 1500 metros (kilometro y medio)
¿Qué diablos pensaba conseguir yo aquí?, ¿información, comida? Me pregunte maldiciéndome por mi ignorancia… el silencio se apodero otra vez del callejón, salte con fuerza sobre una plataforma metálica, el ruido ocasiono otro par de disparos que estallaron cerca de mi dejando sus respectivos resplandores azules.
Oía pasos, ya avía educado mis oídos a captar en mas mínimo ruido anormal, sabía que alguien se acercaba, quizás siguiéndome el rastro quien sabría, pero algo si era seguro era alguien de tres pies… eso solo podía ser un Arroch. Desenvaine mi daga, la hoja emitía un leve resplandor azulado, pero no me importaba, al fin y al cabo los Arroch son criaturas siegas de nacimiento, eso sí detuve mi respiración y espere en total quietud, cualquier movimiento y el captaría las vibraciones del aire con sus antenas, entones estaría perdido.
Pronto lo vi, la criatura tendría un metro veinte de altura como mucho, se acercaba con sus tres antenas seguidas como varillas, chapoteando en el suelo con sus tres cortos pies y las manos extendidas hacia los lados, en una de ellas brillaba un ancho cuchillo.
Deje que se acercara lo suficiente y salte sobre él cuando estaba a punto de desfallecer por falta de oxigeno, la criatura lanzó un cuchillazo desesperado, pero yo le cogí la mano y se la apreté contra el suelo mientras que con la otra le ponía la daga en la base de su antena mayor.
-¡quieto!- le advertí suave pero con firmeza, el Arroch obedeció, sabía que al mas mínimo intento de resistencia cortaría su antena dejándolo cruel mente mutilado con solo la mitad de sus sentidos.
- háblame con la verdad y no tendrás nada que temer- le susurre
-¿Qué quieres saber?- pregunto el Arroch con su melodiosa vos que nunca rebelaba ningún sentimiento de miedo u odio.
-¿Qué haces aquí, quien eres y que está pasando?- recite recordando las innumerables beses que me avían preguntado eso mismo.
-estoy buscando un atajo para llegar rápido al palacio de Ard-Galen desde este flanco, soy un Arroch de la casa Durmá y ¿Qué está pasando? Supongo que están liquidando a los intrusos y espías como yo-
-¿tienes mas aliados?- le pregunte, el asintió con sus dos antenas libres.
-¿Cuántos?- continúe –solo dos, otros dos Arroch, están cuidando la vía de escape- me quede un instante pensativo y luego con un acto sorpresivo le arrebate el arma y lo libere.
-sácame de aquí, y te dejare con vida- le dije, la miserable criatura no lo dudo un instante y empezó a guiarme por entre el laberinto de callejones húmedos.
Poco a poco, un sol empezó a iluminar la ciudad y las penumbras fueron cediendo terreno a la luz. Peor aún pues si en Meölitz* la noche era peligrosa, el día era aun peor…
 (Meölitz: viejo mundo)

CAPITULO, III Un poco de historia


Aquí en Meölitz el poder está dividido en numerosas casas o feudos, cada una tiene sus jefes y sin fin de leales guerreros o obreros de todos los tipos y razas.
Cada casa domina un territorio, tiene alianzas con otras casas y luchan por el dominio entre ellas etc. etc., en fin nada nuevo.
Normalmente una casa se especializa en alguna labor que puede ser desde reparación de naves asta fabricación de alimentos y armas. De esto se sustentan y mantienen durante el tiempo que estén en paz, ya que cuando la guerra hace presencia, el desastre y el desorden es tal que no se puede hacer otra cosa que defenderse o luchar.
Durante el día la vida en la ciudad es aparentemente tranquila y segura, puedes caminar por la mayor parte de sitios sin grandes peligros, aunque si hay guerra obviamente existen zonas de entrar y nunca salir. Pero en la noche cuando se supone que todo el mundo está durmiendo, las casas apostan guardias en su territorio con la orden de liquidar a cualquier intruso sin excepción, mas sin embargo si alguien te quiere matar lo hará de día o de noche, la única diferencia es que en el día, quizás le sea mas difícil, pues a la gente no le gustan las balaceras diurnas, e intentaran matar al asesino.
Hay otro tipo de población, la mas despreciada y venerable, todos les llaman “los libres”, son las personas que no pertenecen a ninguna casa ni clan ni nada, simplemente son ellos, deben defenderse por sí mismos, contentarse con las peores zonas de la ciudad o vivir fuera de ella ganándose su sitio en la jungla o en las montañas a punta de astucia y ferocidad. Normalmente son gente precavida, desconfiada y de pocos enemigos pues tratan de no conseguirlos y los pocos que tienen suelen amanecer una mañana abaleados en algún callejón.
En mi ciudad la casa mas poderosa es la “andorril”, una casa de más de tres mil siclos de antigüedad que poco a poco suprimió a la competencia y adsorbió a las casas débiles, su símbolo el conocido palacio de Ard Galen…
Mi vista se aclara lentamente, tengo frente a mí un dibujo empezado a lápiz que representa un pequeño monstruo, un Arroch, al fondo la silueta de unos edificios en una noche clara. Instintivamente mire el reloj de pared colgado en la pared de mi habitación y corrobore la hora, eran las dos de la tarde, debía de llevar un par de horas perdido.
Me incorpore el frio me calaba los huesos aunque por la ventana se podía ver una soleada tarde de cielo azul, avance torpemente hasta la cocina mi abuela tejía, como siempre en su maceadora en medio de la sala, adelante, atrás, adelante… abrí la nevera y saque una chocolatina.
Mientras comía en el comedor mi mente daba vueltas al resiente suceso en el callejón.
Estaba muy preocupado, amenazar a una Arroch con cortarle la antena, ja eso si que era grave, no lo olvidaría fácil.
Note que mi abuela abría los ojos y miraba su dedo donde brillaba una gotita de sangre, con gran esfuerzo acerco su dedo a la boca y se chupo la sangre. Luego miro a ambos lados y se percato de mi presencia, su rostro de momia egipcia se transformo un poco antes de exclamar
-¿cariño que te pasa?, estas mas pálido que una nevera- yo la mire con ojos cansado y le respondí que no me pasaba nada con desgano, definitivamente estaba agotado, tendría que descansar un poco. Arroje la basura al cesto y camine con estrepito hasta mi habitación, donde me tire en mi cama sin recoger nada del total desorden…
-¡hermanito, hermanito!- me despertó mi hermano mayor, eran como las cinco y han seguía un poco agotado. Mi hermano sostenía en frente suyo mi dibujo empezado del Arroch y lo miraba divertido.
-ya van a servir la comida- me informo sin dejar de ver el dibujo, yo me senté en la cama y me recosté sobre su hombro a observar con él, mi boceto.
-es el Arroch más violento que as dibujado- me dijo señalando las dos curvas cimitarras llenas de garfios y chorreando sangre, que la criatura sostenía con aspecto seguro y bestial.
-tal vez- respondí con una sonrisa, mi hermano era a el único que le gustaban mis dibujos, yo le contaba mis historias de Meölitz y el las escuchaba con agrado, me llevaba casi cinco años de edad pero aun así era un buen amigo, quizás mi mejor amigo. A él le fascinaban las criaturas de mi mundo, las conocía por mis dibujos y incluso memorizaba sus complicados nombres: derroks, Yankais, boldairs etc. le gustaba hacer modelos de plastilina de ellos, era muy bueno en eso y sus figuras eran magnificas, claro que siempre teníamos la precaución de destruirlas rápido, pues a nuestros padres les enfurecía ver aquellas criaturas dignas de películas de terror, y regañaban a mi hermano.
-¿alguna vez has visto un Arroch como este?- me pregunto mi hermano sacándome de mis pensamientos, observe de nuevo el dibujo con atención y luego negué con la cabeza.
-no, y no quisiera encontrármelo nunca- termine sonriendo y nos levantamos para ir a comer.
Mi madre pelo unos bananos para la cena y al echar las cascaras al cesto estallo, como cosas rara.
-¡otra vez Juanpa!, ¡ven a ver lo que hiciste!, ¿Cuántas veces tendré que decirte que eches la basura en el cesto que es?, santo dios porque me haces esto- me levante con desgano, saque el papel de chocolatina del cesto de lo orgánico y lo arroje al de papel, para luego retornar a mi silla sin pronunciar ni una silaba.
-siempre serás tan distraído- murmuraba mi madre por lo bajo mientras se sentaba, quería decirle que me comprendiera, decirle que acababa de salir de un callejón, caminando mas de cuatro kilómetros  entre un laberinto de donde pocos saldrían vivos a esas horas de la noche, que estaba cansado… pero me contuve, siempre era peor.

CAPITULO, IV El Asalto


El sol ya había salido por completo, me encontraba tras un muro de metal gris sin brillo, tenía mi mano en un charco con mi daga aferrada, y a pocos centímetros estaba el cuchillo del Arroch. El cual no quise recoger pues a mí no me serbia, ya que estaba diseñado para ser agarrado solo con tres gruesos dedos y a un humano le era excesivamente incomodo, otro lo encontraría y le daría mejor uso.
Salí a las anchas calles del centro de la ciudad, aquí y allá se empezaban a ver transeúntes madrugadores, y uno que otro guardia estaba parado bajo el dintel de una puerta o recostado contra un muro, con sus fusiles L6 en la mano, como si fueran estatuas, solo sus ojos se movían observando con mucha atención a todo el mundo. Debía caminar a una velocidad intermedia, no muy rápido pues creerían que huyo de algo, ni muy lento pues al contrario dirían que soy un espía o busco una víctima. Otra cosa es que debía tener un objetivo y no dudar mucho sobre la dirección a elegir, tres requisitos muy difíciles de cumplir para mi, pues al hecho de que me perdía fácil entre ese laberinto de calles, tenía que sumar el que casi nunca tenía un objetivo fijo, desde la muerte de mi padre.
Me senté en un pequeño banco de un restaurante llamado “EL ARUS” un pequeño local barato donde a beses comía. Un humano me atendió.
-¿Qué desea colega?- pregunto muy simpático
-un desayuno- respondí poniendo sobre la mesa cinco piezas brillantes, eran monedas pero muy distintas a las terrestres pues eran dodecaedros de un metal muy brillante de tonos azulados. El mesero asintió y se marcho con el dinero. Yo miraba hacia la calle cada vez mas transitada, al fondo resaltaba un enorme edificio que sobresalía cientos de metros sobre el resto de terrazas y contracciones.
-el palacio de Ard-Galen- murmure por lo bajo, y se me erizaron los pelos al recordar que estaba vivo de milagro y que eran los guardias de ese palacio quienes me podrían haber matado la noche anterior.
El mesero me trajo la bandeja con el desayuno, seguro que les daría asco de solo verla. Parecían salchichas de coloración amarillenta, pero yo sabía que eran tentáculos asados, sobre ellos había una deliciosa salsa verdusca con huesillos en forma de anillos. La especialidad de la región, salsa de antena de Dromerg, un abundante insecto de la jungla. Era un plato bueno aunque su apariencia dijera lo contrario, y de hecho era uno de mis platos preferidos, pues había otros… que ni quiero describirlos.
Comí con buen apetito y deje el plato limpio, me parece oportuno aclarar que aquí no se come con cuchara, solo con las manos y en caso de los líquidos alzando el plato para sorber como si fuera un vaso.
Lleve la bandeja a un lavadero del restaurante donde otra humana lavaba los trastos, era joven, tal vez unos diez y ocho años y podría ser bonita si se lavara pues estaba súper sucia y con el pelo enredado, al verme entorno los ojos y su expresión no fue nada amigable, deje el trasto en una mesa junto a ella y escape de su mirada un poco asustado, que diablos le había hecho yo a esa demente para que me mirara de esa manera, maldita suerte la mía.
La calle era ahora un verdadero desorden, cientos de seres caminaban de aquí para allá, se oían conversaciones, gritos e insultos en distintos idiomas y dialectos de los cuales solo conocía el idioma básico de esta región u un par de dialectos. Las naves pasaban a toda velocidad sobre las terrazas rugiendo como dragones.
Camine entre la gente sin rumbo fijo hasta que alguien capto mi atención y me detuve recostado contra una pared para observarlo mejor. Este era un Yankay, es decir un humanoide mas alto que cualquier humano, muy peludo, de músculos prominentes, sus dos pies tienen solo tres dedos con afiladas garras y sus las manos son muy parecidas a las nuestras solo que el meñique también es opuesto como el pulgar. Su peluda cara tiene dos ojos rasgados sin pupila definida, solo un tono de color que puede variar desde azul asta tonos verdes e incluso rojos y negros. La nariz no es más que tres rendijas encima de la boca la cual con el maxilar inferior un poco sobresaliente muestra una hilera de dientecillos triangulares y un par de colmillos. Por último poseen una larga cola de rata sin pelos que utilizan para equilibrarse e incluso para defensa personal pues un buen colazo de Yankay deja mal a la mayoría de las razas Meölitzinas.
 Normalmente tienen la cara un poco rasurada y con la barba afeitada, pero este en específico tenía un rostro muy peludo y lucía una larga chivera puntuda. Nuestro Yankay llevaba una Zela-856 con bayoneta a la espalda y como vestidura no más que un pantalón negro muy roto. Vi que observaba fijamente a un humano que hacía guardia en una puerta con un fusil L6. Después de unos instantes de inspección atravesó la calle y avanzo directamente hacia el guardia, luego sin previo aviso se le abalanzo enzima y lo atravesó con la bayoneta de su metralleta, liquidándolo instantáneamente y abriendo el espacio necesario para entrar a la construcción. Nadie parecía haberse percatado de nada o se hacían los bobos, yo empecé a caminar inquieto para estar lejos de allí, pero no alcance a caminar diez metros cuando sonó un rafagazo de Zela-856 y la balacera se armo por completo. De las terrazas adyacentes se alzaron barios guardias armados, el Yankay apareció sobre una terraza disparando como loco, pero no al loco pues derribo media docena de guardias en pocos instantes. Mas disparos se sumaron a la fiesta, el Yankay derribo con su bayoneta a otro humano que protegía una nave y se metió en ella, los guardias se acercaban manteniendo un fuego constante, la mayoría eran humanos pero vi a barios Derroks entre ellos. La nave prendió turbinas alguien entre la muchedumbre disparo tres veces y tres guardia cayeron abatidos por sus disparos, dos Yankais mas escalaron por una pared hasta la terraza donde la nave ya estaba a punto de despegar, uno de ellos callo justo antes de entrar en la nave, el otro con un poderoso salto se metió en la nave que despego con un rugido y desapareció en la lejanía.
Me quede lelo viendo como desaparecía en el horizonte, difuminándose en ese cielo grisáceo de Meölitz, razón por la cual no vi el peligro. Un Derrok de casi tres metros me dio un feroz cachazo con su fusil en la cabeza que por poco me deja inconsciente, caí al piso chorreando sangre a montones, vi como dos humanos me arrastraban hacia una puerta, intente decir algo pero solo pude gemir cuando fui arrojado con violencia a una habitación, ti un par de vueltas en el piso y choque contra otro cuerpo, oí el chasquido de una puerta al ser serrada y luego el silencio, solo el tamborileo de mi agitado corazón.
Lentamente y muy adolorido me recosté con una pared hasta quedar semi sentado, frente a mi descubrí una sonriente criatura, parecía un niño por su estatura y rostro pero no lo era tenia pequeños dientecillos afilados y un hermoso tercer ojo en la mitad de su amplia frente.
-¿Quién diablos eres?- me pregunto con chillona y simpática
-soy Apnoly- respondí haciendo una mueca de dolor
- ¿y que hacías porque te apresaron?- me pregunto de nuevo
-yo solo observaba el enfrentamiento- respondí casi sollozando de la rabia y el dolor, el rio y dijo con una mescla de pesadumbre e ironía.
-en Meölitz hasta mirar es peligroso-.

 

CAPITULO, V Garú


Cuando me recupere un poco del dolor, me puse a analizar mi critica situación.
Me encontraba prisionero junto a un pequeño Boldair muy simpático, pronto vendrían a interrogarnos y podrían torturarnos y matarnos sin temor a ninguna consecuencia, al menos en mi caso era así. La habitación solo tenía una puerta de metal que podría derribar con ayuda del Boldair, el verdadero problema eran los guardias que seguramente vigilaban desde afuera y que estaban bien armados mientras que nosotros solo éramos dos y ambos desarmados…
-¿tu quien eres?- interrogue al compañero
-mi nombre es Garú, soy un Boldair de la casa Gamy- respondió el mecánicamente
-¿eres aliado de los Yankay que robaron la nave?- le pregunte de nuevo aunque suponía que no respondería con la verdad.
- sí, son mis colegas- dijo el asombrándome con su respuesta
-¿Qué podemos hacer?- me dije como a mí mismo, Garú sonrió y me respondió.
-si no nos matan hoy, esta noche estaremos libres, porque mis amigos vieron cuando me capturaban y ellos no me abandonaran. Si tu quieres puedes venir con nosotros- yo nunca había querido unirme a una casa, mi padre era un libre y me crio como libre hasta donde sus enemigos se lo permitieron, el me había enseñado que no existía ni una solo casa buena en todo Meölitz, sus únicos intereses eran crecer y dominar costara lo que costara…
-¿me pregunto?- comento el Boldair -¿Por qué diablos no te quitaron la daga, no hay duda de que es una buena arma?- lance mi mano al cinto y evidentemente allí estaba mi daga, eso sí que era raro, sentí su energía benefactora al tocar su cacha brillante y me invadió un sentimiento de seguridad que compenso el estrés en el que estaba.
-¿de que casa eres compañero?- me pregunto Garú, cambiando de tema.
- de ninguna, soy libre- le respondí, la criatura sonrió y luego me señalo el rostro con uno de sus cuatro gordos dedos para luego decir.
-si quieres puedo curarte esas heridas- yo no dude de sus palabras, los boldairs son seres muy sabios mas que cualquier humano y tranquilamente podría curarme con solo su energía.
Garú se incorporo dejando ver sus poderosas piernas de felino, camino con agiles pasos asta mi lado y puso sus gordos deos sobre mis eridas. Senti un cosquilleo y me dieron ganas de rascarme pero me controle, un par de minutos mas tarde mi compañero se alejo de mi y se sento de nuevo sonrriendo. Pase mi mano por el rostro y ¡maldita sea, non tenia ni un rasguño!, y el dolor de cabesa iba desapareciendo lentamente, esto si que era marabilloso. Agradesi a Garú repetida beses su curacion y luego nos acostamos a dormir pues nesesitariamos energia…
-¡juan pablo!- grito mi profesora a pocos centimetros de mi cara, incluso alcanse a sentir su aliento a sigarrillo y obserbe con desagrado sus dientes con trositos del sanduche que seguramente acababa de comer, como era de costumbre. Su rostro histerico lo desia todo.
-¡otra ves durmiendo en clase!- grito de nuevo asercandose otro par de centimetros superando las distancia minima tolerable.
-¿haber, como derrotaron a napoleon bonaparte?- pregunto burlona, gracias a dios alejandose un poco, mire el tablero en busca de alguna ´pista, solo abia un tosco mapa de la europa con la divicion de paises en la epoca napoleonica, os juro que no sabia la respuesta a esa pregunta, no tenia mas opcion que improvisar.
-en una batalla- respondi sonriendo por mi astuta respuesta, barios aludnos se rieron dibertidos
- si eso lo sabemos todos ¿pero donde y quienes lo derrotaron?- bolbio a preguntar la profe con una sonrrisa de burla, estaba perdido.
-en francia, y… sus enemigos, ¿los ingleses?-termine con total duda y casi gageando, las risas de todos los presentes me indicaron que la abia cagado, el rostro de la profesora se enrrogecio de ira, espere el estallido pero milagrosamente este no susedio, ella se calmo de nuevo, dio media buelta y retorno a su escritorio con largas sancadas, en cuanto se sento, me señalo con una regla y decreto.
-cuenta con que buebes a perder historia este año, y ahora ven aca al frente donde pueda vigilarte-.



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